2 de septiembre de 2006

El hombre sometido en el Buitre de Kafka.


Extraño y surrealista cuento este, en el que Kafka nos muestra una situación límite. Cuando lo leemos, pensamos, pero por qué el hombre no hace nada por revelarse, por qué se deja destruir por el buitre, si no parece estar atado, si es libre de irse, o ¿es que el hombre no es libre? ¿está el hombre sometido hasta el punto de dejarse destruir, sin poder hacer nada por remediarlo? ¿nos queda sólo el consuelo de que nuestros 'sometedores' mueran con nosotros?


Der Geier
Es war ein Geier, der hackte in meine Füße. Stiefel und Strümpfe hatte er schon aufgerissen, nun hackte er schon in die Füße selbst. Immer schlug er zu, flog dann unruhig mehrmals um mich und setzte dann die Arbeit fort. Es kam ein Herr vorüber, sah ein Weilchen zu und fragte dann, warum ich den Geier dulde. »Ich bin ja wehrlos«, sagte ich, »er kam und fing zu hacken an, da wollte ich ihn natürlich wegtreiben, versuchte ihn sogar zu würgen, aber ein solches Tier hat große Kräfte, auch wollte er mir schon ins Gesicht springen, da opferte ich lieber die Füße. Nun sind sie schon fast zerrissen.« »Daß Sie sich so quälen lassen«, sagte der Herr, »ein Schuß und der Geier ist erledigt.« »Ist das so?« fragte ich, »und wollen Sie das besorgen?« »Gern«, sagte der Herr, »ich muß nur nach Hause gehn und mein Gewehr holen. Können Sie noch eine halbe Stunde warten?« »Das weiß ich nicht«, sagte ich und stand eine Weile starr vor Schmerz, dann sagte ich: »Bitte, versuchen Sie es für jeden Fall.« »Gut«, sagte der Herr, »ich werde mich beeilen.« Der Geier hatte während des Gespräches ruhig zugehört und die Blicke zwischen mir und dem Herrn wandern lassen. Jetzt sah ich, daß er alles verstanden hatte, er flog auf, weit beugte er sich zurück, um genug Schwung zu bekommen und stieß dann wie ein Speerwerfer den Schnabel durch meinen Mund tief in mich. Zurückfallend fühlte ich befreit, wie er in meinem alle Tiefen füllenden, alle Ufer überfließenden Blut unrettbar ertrank.


El buitre (que me perdone Kafka por la traducción)
Hubo un buitre, que picoteó en mi pie. Ya había arañado la bota y las medias, ahora picoteó ya en el mismo pie. Siempre golpeaba, después volaba intranquilo varias veces sobre mí y entonces continuaba su trabajo. Un señor pasó, estuvo mirando un rato, y después me preguntó por qué yo soportaba al buitre. “Sí, yo estoy indefenso”, dije yo, “él vino y empezó a picotear, yo quise, naturalmente, echarlo, incluso intenté ahogarlo, pero un animal semejante tiene grandes fuerzas, incluso quiso saltarme ya a la cara, entonces sacrifiqué mis (queridos) pies, ahora están ya casi destrozados.” “Usted permite torturarse tanto”, dijo el hombre, “un tiro y el buitre está liquidado.” “¿Eso es así?”, dije yo, “¿usted quiere conseguírmelo?” “Con mucho gusto” dijo el hombre “tengo que ir a casa y agarrar mi escopeta. ¿Puede usted esperar media hora?” “No sé” dije yo y permanecí un rato rígido por el dolor, después dije: “Por favor, inténtelo usted de todos modos.” “Bien,” dijo el hombre, “voy a darme prisa.”
El buitre durante la conversación estuvo escuchando tranquilo y dejaba recorrer la mirada del hombre a mí. Ahora yo vi que él había entendido todo, voló hacia arriba, alejado se dio la vuelta, tomó suficiente impulso y entonces hincó, como un lanzador de jabalina, su pico a través de mi boca profundamente en mí. Cayendo de espaldas me sentí liberado, cuando él se ahogaba en mi sangre, que llenaba todo el fondo, que desbordaba las orillas.