Pego un artículo que he encontrado en la edición digital de Página12 de hoy. Me parece interesante porque habría que comentar varias cosas. Primero me parece significativo el negocio en que se puede convertir la industria del libro para las editoriales, claro, no para los escritores. También me parece destacable cómo estos señores de la organización de la feria están supercontentos porque se han vendido muchos libros y hablan de que es muestra de que se lee más, para mí es una falacia, no todos los que compran libros, los leen. Deberían hacer una encuesta a esas personas que los han comprado dentro de unos meses para ver quién los ha leído. Por otra parte, me parece bastante significativo quiénes han sido los autores más solicitados y más convocantes, sin menosprecio por nadie que agarre una lapicera para escribir, cosa que tiene su mérito, no me parece indicio de gran cultura que sean esos los libros más solicitados. Es más me parece que es una muestra más de que la cultura tiene una doble cara, y que lo que para muchos es buena literatura, para otros ni existe. Interesa más las bobadas de turno (con perdón) que la Literatura con mayúsculas.
BALANCE DE LA 31ª EDICION DE LA FERIA DEL LIBRO
La cultura guiada por los medios Más de un millón de personas pasaron por la Rural. Entre los más convocantes estuvieron Pettinato, Dolina y Felipe Pigna. Se destacaron las visitas de Fernando Vallejo y Bernhard Schlink.
Según los expositores, las ventas aumentaron entre un 20 y un 30 por ciento respecto del 2004.
Quizá sea recordada como la Feria del Libro que marcó, como nunca antes, un giro hacia la cultura mediática, una cultura “entre la nada y la eternidad”, como señala el título del libro que presentó Roberto Pettinato: colas hasta la 1 de la madrugada para conseguir la firma del indomable showman televisivo; más y más colas, con muchos termos y mates, para ocupar un lugar privilegiado, las primeras filas de la Sala José Hernández, cerca de Alejandro Dolina; más y más colas para seguir el ascenso vertiginoso del fenómeno Felipe Pigna y sus Mitos de la historia argentina (ahora con el plus del desembarco televisivo de la mano de Mario Pergolini), o al filósofo español Fernando Savater, ya considerado hombre de la casa. Las estadísticas de esta edición, que terminó ayer, generan optimismo entre los organizadores, que la consideran una de las más exitosas de los últimos años. En 19 días se calcula que más de un millón de personas pasaron por el predio de la Rural, “un 20 por ciento más de público que el año pasado –dice el presidente de la Fundación El Libro, Carlos Pazos– y las ventas aumentaron entre un 20 y un 30 por ciento respecto del año pasado”.
“El tema del número no creo que sea significativo sino el hecho cultural, la desesperación de la gente, en el buen sentido, por venir a la Feria, por estar presente y tomar contacto con los libros”, señala Pazos, aunque admite que no come vidrio cuando menciona el resultado de una encuesta realizada por el Centro de Administración de Derechos Reprográficos (Cadra) de 1100 casos –300 en Rosario y 800 en Buenos– sobre la población estudiantil de universidades estatales y privadas. “A mí lo que me aterró del estudio es que hay un 10 por ciento de estudiantes universitarios que confiesa que no leyeron un libro en el último año”, advierte Pazos. “¡Al que no leyó un libro no lo vamos a meter acá, aunque lo traigamos con un bozal! Tampoco podemos pretender manejar la lectura del país.” Más allá del influjo que ejercieron las figuras mediáticas en esta 31ª edición, cuyo lema fue “Un escenario para los libros”, el colombiano Fernando Vallejo, el alemán Bernhard Schlink, el brasileño Paulo Lins, el francés Daniel Pennac, el politólogo argentino Ernesto Laclau y el filósofo esloveno Slavoj Zizek convocaron a muchos de sus viejos y nuevos lectores. Roberto Fontanarrosa y Leo Maslíah ya son clásicos ineludibles de la fiesta del libro.
Cleopatra Cagliers, encargada del stand de Fondo de Cultura Económica, con 13 años de trabajo en la Feria del Libro, asegura que las ventas crecieron más de un 10 por ciento. “Nosotros manejamos, al igual que Paidós, un público de nicho, que no busca el best-seller. No somos un despacho de libro, le damos mucha importancia a la atención y a lo que necesitan nuestros lectores”, advierte Cagliers, y menciona los libros más vendidos: Breve historia contemporánea de la Argentina, un clásico de Luis Alberto Romero; La razón populista, de Ernesto Laclau; y Enseñar a entender lo que se lee, de Berta Braslavsky. Con un perfil de lectores similares, Gabriel Zeballos, de la editorial Siglo XXI, confirma que las cifras de ventas aumentaron “bastante” respecto del año pasado, pero prefiere no arriesgar un porcentaje.
En Librerías de las Luces, José Rega esboza una sonrisa de satisfacción cuando se le pregunta cómo le fue: “Más público todos los días, no sólo los fines de semana, y un 25 por ciento más de ventas”. En el stand de Riverside, que distribuye entre otros los sellos Anagrama y Siruela, Fabiana Iacovelli calcula que se vendió entre un 30 y un 40 por ciento más. “La presentación de Schlink en la Feria hizo que El lector estuviera entre los más vendidos y se agotó Cuentos completos, de Truman Capote”, enumera Iacovelli. La presencia de Vallejo elevó la venta de sus libros, según asegura Carla Battista, encargada del stand de Alfaguara. “Vendimos más que el año pasado, entre un 10 y un 20 por ciento.” En el primerpuesto, lejos, estuvo la edición de El Quijote, pero también tuvo una buena performance El turno del escriba, de Graciela Montes y Ema Wolf, novela ganadora del premio Alfaguara. Ariel Díaz, de la editorial Norma, señala que se incrementaron las ventas entre un 20 y un 30 por ciento, a pesar de que el precio de los libros aumentó un promedio del 10 por ciento. “El público del domingo viene a pasear a la Feria, la toma como una salida más con su familia; en cambio, la gente que se acerca los sábados es el público comprador, el que sabe lo que quiere”, explica Díaz, y señala que los caballitos de batalla de Norma fueron Mitos de la historia argentina, de Pigna; La saga de los confines, de Liliana Bodoc; Escritos imprudentes II, de José Pablo Feinmann; y Cristo llame ya, de Alejandro Seselovsky, que se agotó.
¿Hay entonces una recuperación del público lector? ¿Cómo cruzar las estadísticas que ofrece esta Feria con el 52 por ciento de los argentinos que dijo no haber leído ni un solo libro en el último año? El Centro para el Fomento del Libro y la Lectura en América latina y el Caribe (Cerlalc) participó del 8º Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro que se desarrolló en el predio de La Rural, la semana pasada. “El supuesto ingenuo es que, si ponemos todo esto, la lectura se va a dar automáticamente. ¿Hay un chip que tienen los libros que dice ‘leeme’?”, ironiza Luis Bernardo Peña, subdirector de Lectura y Escritura, ante Página/12. Aunque se refiere a los planes de lectura que se implementan en Iberoamérica, la frase ilustra también lo que ocurre en el predio de la Rural. En América latina cuenta que se lee un promedio de dos libros al año y que en Francia llaman “lectores débiles” a quienes leen menos de 10 libros en el mismo lapso. “Uno de los problemas es la ausencia de indicadores de lectura en Iberoamérica; los indicadores que se han usado hasta ahora no tienen mucho que ver con las realidades latinoamericanas”, señaló Luis Fernando Sarmiento, secretario de Cerlalc.
“El comportamiento del lector se ha transformado radicalmente –aclara el secretario de Cerlalc–, la gente lee cosas distintas y el hecho de que lea cosas distintas no implica que lea menos.” Ambos coinciden en señalar que el plan de lectura en la Argentina es pionero en este sentido porque “relativiza los resultados de los estudios estadísticos y propone un enfoque sociocultural de la lectura”. Primera conclusión: “Habría que convertir la lectura en singular –asociada a la cultura del libro– a las lecturas en plural”, plantean Sarmiento y Peña. “Nunca antes en la historia de la humanidad se ha leído tanto, no es cierto que en América latina se está leyendo menos, no hay elementos empíricos que demuestren esto”, concluye Peña.
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