13 de enero de 2005

A JARIFA EN UNA ORGIA

Trae, Jarifa, trae tu mano,
ven y pósala en mi frente,
que en un mar de lava hirviente
mi cabeza siento arder.
Ven y junta con mis labios
esos labios que me irritan,
donde aún los besos palpitan
de tus amantes de ayer.
¿Qué la virtud, la pureza?
¿Qué la verdad y el cariño?
Mentida ilusión de niño
que halagó mi juventud.
Dadme vino: en él se ahoguen
mis recuerdos; aturdida,
sin sentir, huya la vida
paz me traiga el ataúd.
El sudor mi rostro quema,
y en ardiente sangre rojos
brillan inciertos mis ojos,
se me salta el corazón.
Huye, mujer; te detesto,
siento tu mano en la mía,
y tu mano siento fria,
y tus besos hielo son.
¡Siempre igual! Necias mujeres,
inventad otras caricias,
otro mundo, otras delicias,
¡o maldito sea el placer!
Vuestros besos son mentira,
mentira vuestra ternura,
es fealdad vuestra hermosura,
vuestro gozo es padecer.
Yo quiero amor, quiero gloria,
quiero un deleite divino,
como en mi mente imagino,
como en el mundo no hay;
y es la luz de aquel lucero
que engañó mi fantasía,
fuego fatuo, falso guía
que errante y ciego me tray.
¿Por qué murió para el placer mi alma,
y vive aún para el dolor impío?
¿Por qué si yazgo en indolente calma,
siento en lugar de paz, árido hastío?
¿Por qué este inquieto abrasador deseo
¿Por qué este sentimiento extraño y vago,
que yo mismo conozco un devaneo,
y busco aún su seductor halago?
¿Por qué aún fingirme amores y placeres
que cierto estoy de que serán mentira?
¿Por qué en pos de fantásticas mujeres
necio tal vez mi corazón delira,
si luego en vez de prados y de flores,
halla desiertos áridos y abrojos,
y en sus sandios o lúbricos amores
fastidio sólo encontrará y enojos?
Yo me arrojé, cual rápido cometa,
en alas de mi ardiente fantasía
doquier mi arrebatada mente inquieta
dichas y triunfos encontrar creía.
Yo me lancé con atrevido vuelo
fuera del mundo en la región etérea,
y hallé la duda, y el radiante cielo
vi convertirse en ilusión aérea.
Luego en la tierra la virtud, la gloria
busqué con ansia y delirante amor,
y hediondo polvo y deleznable escoria
mi fatigado espíritu encontró.
Mujeres vi de virginal limpieza
entre albas nubes de celeste lumbre;
yo las toqué, y en humo su pureza
trocarse vi, y en lodo y podredumbre.
Y encontré mi ilusión desvanecida,
y eterno e insaciable mi deseo.
Palpé la realidad y odié la vida:
sólo en la paz de los sepulcros creo.
Y busco aún y busco codicioso,
y aun deleites el alma finge y quiere;
pregunto, y un acento pavoroso
"¡Ay!, me responde, desespera y muere.
Muere, infeliz: la vida es un tormento,
un engaño el placer; no hay en la tierra
paz para ti, ni dicha, ni contento,
sino eterna ambición y eterna guerra.
Que así castiga Dios el alma osada
que aspira loca, en su delirio insano,
de la verdad para el mortal velada,
a descubrir el insondable arcano".
¡Oh, cesa! No, yo no quiero
ver más, ni saber ya nada;
harta mi alma y postrada,
sólo anhela descansar.
En mí muera el sentimiento,
pues ya murió mi ventura;
ni el placer ni la tristura
vuelvan mi pecho a turbar.
Pasad, pasad en óptica ilusoria,
y otras jovenes almas engañad;
nacaradas imágenes de gloria,
coronas de oro y laurel, pasad.
Pasad, pasad, mujeres voluptuosas,
con danza y algazara en confusión;
pasad como visiones vaporosas
sin conmover ni herir mi corazón.
Y aturdan mi revuelta fantasía
los brindis y el estruendo del festín,
y huya la noche y me sorprenda el día
en un letargo estúpido y sin fin.
Ven, Jarifa; tú has sufrido
como yo; tú nunca lloras.
Mas, ¡ay, triste! que no ignoras
cuán amarga es mi aflicción.
Una misma es nuestra pena,
en vano el llanto contienes...
Tú también, como yo, tienes
desgarrado el corazón.

- Se supone que Jarifa es una prostituta que sirve de pañuelo de lágrimas a Espronceda. Y es cierto que, en su desconsuelo y tristeza, se muestra totalmente misogeno. No es que Espronceda lo sea, pero los descalabros por él vivido le hace decir esas cosas. Espronceda, a veces, sufre porque realmente vive cosas dignas de hacer sufrir, pero otras veces, sufre porque su espíritu romántico y rebelde lo hace sufrir. El caso es que al final siempre sufre.

- Creo que Espronceda eligió la mejor forma de mostrar su rebeldía y de dejar constancia de ella: la escritura. Pero no sólo se limitó a ser rebelde en sus obras, fue rebelde en la vida y se murió justo cuando vio que esa rebeldía se iba a doblegar. ¿Cómo decía aquel actor norteamericano (ahora no recuerdo el nombre)? Decía algo así como que su ideal era disfrutar al máximo de la vida y hacer un bonito y joven cadaver (no era exactamente esto, pero creo que recoge la idea que él tenía). Bueno, pues, antes de él, los románticos ya lo habían hecho.

- El romántico no es el cursi, ser romántico (una vez ya hablamos sobre esto, creo), no es andar en un jardín de rosas, seleccionando pétalos para un libro de poemas. Eso es ser un cursi encantador.
El romanticismo es rebeldía. Rebeldía vista desde el siglo XVIII hacia el XIX. No es la rebeldía de decir que no a los padres, ni de portarse como un gamberro. El romántico genuino era rebelde frente a los preceptos impuestos, frente a la frialdad neoclásica. Esa rebeldía empujaba al romántico a eludir lo feo de lo real, por eso se inventaban mundos exóticos donde respirar mejor e imaginaban un oriente lleno de olores y odaliscas y sultanes (el modernismo toma luego todo ese mundo idealizado), o una idealizada Edad Media, llena de misterio y de encanto. Si el romántico huye de la realidad, no es porque no tiene los pies en el suelo, es porque quiere cambiarla, aunque sea a través de sus poemas o de sus leyendas (como Becquer).

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