Desde que era pequeña, me enseñaron que aquel señor gordo con barbas blancas y pintado de rojo por una marca de refrescos, con un ridiculo gorrito de dormir y un montón de renos que volaban mejor que los aviones de Iberia, que se metía por chimeneas (pese a su volumen) y que se reía de forma ordinariota, era puro cuento y pura propaganda.
Nosotros debíamos esperar con paciencia al día 5 de enero, ir a ver las cabalgatas de los Reyes Magos, que de forma misteriosa podían estar simultaneamente desfilando por todas las calles del país, acostarme tempranito y sufrir la impaciencia de mis hermanos menores, que preparaban argucias durante toda una semana para levantarse a la madrugada, sin que nuestros padres lo percataran, e ir a jugar por adelantado con los regalos que habían tenido a bien dejarnos los magníficos caballeros de los camellos (ya sabemos que la lengua es así de descriminatoria, caballero es el que anda a caballo y es noble, camellero es el criado que cuida al camello). Y estos tres sí que sí, sí que eran los nuestros: Melchor, el pelirrojo; Gaspar, el noble anciano y Baltasar, el negro (al menos así estaban en el 'Belén' que mi madre guardaba año tras año, para volver a colocar el día 22 de diciembre, que era la tradición en casa: poner el belén mientras que sonaba el soniquete de los niños de San Idelfonso). El día 6, tocaba desayunar todos juntos con la rosca de reyes, que al final se quedaba siempre sobre la mesa (por eso digo desayunar con la rosca de reyes, y no desayunar rosca de reyes), y poner toda la casa llena de papeles de envoltorio. Probablemente para el día 8, nos dieramos cuenta de que no nos habían traído lo que habíamos pedido o se nos perdieran la mitad de las fichas de aquel maravilloso juego educativo con el que ya no podíamos volver a jugar, pero no importaba. Siempre quedaba el próximo año.
ESte poema de Gloria Fuertes, ya lo he puesto más abajo en este mismo foro, pero creo que el día de hoy merita volver a ponerlo:
El camello se pinchó
Con un cardo en el camino
Y el mecánico Melchor
Le dio vino.
Baltasar fue a repostar
Más allá del quinto pino....
E intranquilo el gran Melchor
Consultaba su "Longinos".
-¡No llegamos,
no llegamos
y el Santo Parto ha venido!
-son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido-.
El camello cojeando
Más medio muerto que vivo
Va espeluchando su felpa
Entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.
A la entrada de Belén
Al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
con su belfo y en su hipo!
Se iba cayendo la mirra
A lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.
Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.
A pie vuelven los tres reyes
Cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
Le hace cosquillas al Niño.
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