5 de enero de 2005

'Ninguna cosa más admirable que el hombre'

Los textos cuando se traducen pierden su encanto, traductor traditor decían los romanos. Pero a veces es mejor poner la traducción que el texto en el original, sobre todo si queremos que se entienda bien. Puede ser que se pierda la musicalidad del idioma de origen, pero se gana en entendimiento, lo que sí es importante a mi entender, es encontrar un buen traductor, no todas las traducciones son buenas, pero tampoco son todas malas.
El siguiente texto pertenece a uno de los coros de la Antígona de Sófocles, en este caso el traidor (perdón el traductor) es José Alemany:

"Muchas cosas hay admirables, pero ninguna es más admirable que el hombre. Él es quien al otro lado del espumante mar se traslada llevado del impetuoso viento a través de las olas que braman en derredor; y a la más excelsa de las diosas, a la Tierra, incorruptible e incansable, esquilma con el arado, que dando vueltas sobre ella año tras año, la revuelve con ayuda de la raza caballar. Y de la raza ligera de las aves, tendiendo redes, se apodera; y también de las bestias salvajes y de los peces del mar, con cuerdas tejidas en malla, la habilidad del hombre. Domeña con su ingenio a la fiera salvaje que en el monte vive; y al crinado caballo y al indómito toro montaraz, les hace amar el yugo al que sujetan su cerviz. Y en el arte de la palabra, y en el pensamiento sutil como el viento, y en las asambleas que dan leyes a la ciudad se amaestró; y también en evitar las molestias de la lluvia, de la intemperie y del inhabitable invierno. Teniendo recursos para todo, no queda sin ellos ante lo que ha de venir. Solamente contra la muerte no encuentra remedio; pero sabe precaverse de las molestas enfermedades, procurando evitarlas. Y poseyendo la industriosa habilidad del arte más de lo que podía esperarse, procede unas veces bien o se arrastra hacia el mal, conculcando las leyes de la patria y el sagrado juramento de los dioses. Quien, ocupando un elevado cargo en la ciudad, se habitúa al mal por osadía, es indigno de vivir en ella: que nunca sea mi huésped, y menos amigo mío, el que tales cosas haga (...)"

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