Savater:
"Y así ganamos otro don Quijote, el Caballero del Gran Desengaño, el Principe Incorruptible de los Caídos, al que invocaba el decepcionado Simón Bolivar de los últimos años diciendo: "En este mundo, los tres imbéciles más grandes hemos sido Jesucristo, Don Quijote y yo". No tan imbéciles, sin embargo, si al final logra descubrirse que la simple flaqueza ante la fuerza bruta (ante el desagradecimiento, el engaño, la corrupción...) no es bien que defraude la verdad por la que nos hemos esforzado. En cuanto héroe nacional, en cuanto adalid político, en cuanto absurdo prototipo de un españolismo de la inquisición y tentetieso, Don Quijote es una equivocación o un fraude; pero en caunto ángel traicionado por sí mismo y expulsado del paraíso de sus sueños, debe ser nuestro amigo, quizá nuestro cómplice. Es muy cierto lo que sobre él afirma Vladimir Nabokov para concluir su estudio varias veces citado: "Don Quijote es más grande hoy de lo que era en el vientre de Cervantes. Ha cabalgado durante más de trescientos cincuenta años a través de las junglas y tundras del pensamiento humano y ganado en vitalidad y estatura. Ya no nos reímos de él. Su blasón es la piedad, su pendón es la belleza. Permanece en todo lo que es amable, lejano, puro, desprendido y elegante. La paradia se ha hecho parangón" (Fernando Savater, Instrucciones para olvidar el Quijote, ed. Taurus, Madrid, 1995)
Kafka:
"Con el correr del tiempo, Sancho Panza, que por otra parte, jamás se venaglorió de ello, consiguió mediante la composición de una gran cantidad de cuentos de caballeros andantes y de bandoleros, escritos durante los atardeceres y las noches, separar a tal punto de sí a su demonio, a quien luego llamó don Quijote, que éste se lanzó inconteniblemente a las más locas aventuras; sin embargo, y por falta de un objeto preestablecido, que justamente hubiera debido ser Sancho Panza, hombre libre, siguió de manera imperturbable, tal vez en razón de un cierto sentido del compromiso, a don Quijote en sus andanzas, y obtuvo con ello un grande y útil solaz hasta su muerte" (Franz Kafka, Obras Completas, tomo IV, ed. Edicomunicación. Barcelona, 1988)
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