28 de enero de 2005

La poetisa Sulpicia

Elegias de Sulpicia
De la producción poética de esta elegíaca latina sólo nos han llegado seis composiciones. El tema de estas composiciones es su amor hacia Cerinto, su joven amigo. ¿quien es esta mujer que escribía en tiempos de Augusto? Su padre fue el orador Servio S. Rufo, hijo de uno de los amigos de Cicerón. Su madre es hermana de Marco Valerio Mesala, un gran mecenas romano que se rodeaba de los principales poetas del momento. Perteneció Sulpicia a una de las familias más ilustres de Roma, no sólo en ámbitos sociales, sino también culturales. Según sus propios poemas, desde muy joven (siendo una puella) se enamora de Cerinto, sobre la identidad real de este personaje hay varias congeturas, pero en realidad, importa poco quién fuera. Lo que aquí nos interesa es la sencillez de los versos de Sulpicia enamorada.

Elegías de Sulpicia:
"Al fin me llegó el amor, y es tal que ocultarlo por pudor
antes que desnudarlo a alguien, peor reputación me diera.
Citerea, vencida por los ruegos de mis Camenas,
me lo trajo y lo colocó en mi regazo.
Cumplió sus promesas Venus: que cuente mis alegrías
quien digan que no las tuvo propias.
Yo no querría confiar nada a tablillas sellada,
para que nadie antes que mi amor me lea,
pero me encanta obrar contra la norma, fingir por el qué dirán
me enoja: fuimos la una digna del otro, que digan eso."

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"Aborrecible se acerca el cumpleaños, que en el fastidioso campo
triste tendré que pasar, y sin Cerinto.
¿Hay algo más grato que la ciudad? ¿Es apropiada para una niña
una casa de campo el frío río del lugar de Arezzo?
Descansa de una vez, Mesala, preocupado por mí en demasía;
a veces, pariente, no son oportunos los viajes.
Me llevas, pero aquí dejo alma y sentidos
por mi propia decisión, aunque tú no lo permitas."

Elegias sobre Sulpicia
El día que te entregó, Cerinto, a mí, por sagrado
y entre los de fiesta siempre yo lo tendré.
Cuando naciste, las Parcas cantaron para las niñas un nuevo
atamiento y te dieron reinos altivos.
Yo me abraso más que las otras; gozo, al abrasarme, Cerinto,
si hay en ti un fuego mutua hacia mí.
Que haya un mutuo amor; por ti robos dulcísimos
y por tus ojos y por tu Genio, suplico.
Gran Genio, toma gustoso inciensos y acepta mis votos,
si al menos, cuando piensa en mí, siente calor.
Mas i por azar ahora ya suspira por otros amores,
pido entonces, santo, que dejes esos hogares sin fe.
No seas tú, Venus, Injusta: o que a la par te sirvamos,
unidos los dos por ti, o mis ataduras levanta.
Mas prefiero que a los dos nos sujete fuerte cadena,
que día ninguno más tarde pueda soltar.
Desea el joven lo mismo que yo, mas desea en silencio:
pues siente pudor de a las claras decir esas palabras.
Mas tú, Genio Natal, que como dios todo lo ves,
dime que sí: ¿qué importa si en secreto o a las claras lo pide?

(autor desconocido, ¿Tibulo? ¿algún otro poeta del círculo de Mesala? ¿Ovidio?
el poeta se presenta como espectador de primera fila, observando muy de cerca los amores de Sulpicia con el joven Cerinto, incluso habla en su nombre)

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