Dos sobre un gorrión, y uno más
CARMEN II
Gorrioncito, joya de mi pequeña,
con quien juega, al que resguarda en el seno,
al que suele dar la yema del dedo
y le incita desgarrados mordiscos:
cuando a mi deseo resplandeciente
le place tornarse alegre y aliviarse
de sus cuitas, para aplacar su ardor,
¡cuánto me gustaría, como hace ella,
jugar contigo y desterrar las penas
lejos de mi triste ánimo!
(II b)
Me es tan grato como a la niña el fruto
doradito que soltó el ceñidor
que tanto tiempo permaneció atado.
CARMEN III
Llorad, tanto Gracias y Cupidillos,
como todos los hombres más sensibles.
El gorrioncito de mi niña ha muerto,
el gorrioncito, joya de mi niña,
a quien amaba más que a sus ojitos;
pues de miel era y conocía, como
la hija conoce a su madre, a su dueña;
nunca se apartaba de su regazo,
sino que, saltando a su alrededor,
piaba constantemente para su ama.
Y ahora hace un camino de tinieblas,
hacia un lugar de retorno prohibido.
Sed malditas, malas sombras del Orco,
que fagocitáis todo lo precioso;
me arrancasteis este gorrión tan lindo.
¡Oh, acción malévola!¡Oh, gorrión perdido!
Ahora, por tu culpa, los ojitos
hinchaditos de mi niña se encarnan.
CARMEN LXXXV
Odio y amo. Por qué lo haga me preguntas tal vez.
No sé (pero siento cómo se hace y me torturo).
(Traducidos por Francisco José Martínez Morán)
Otros dos poemas
El primer poema: Catulo, tras un viaje que lo ha llevado hasta Atenas, conoce la muerte de su querido hermano. Sólo le queda llorar sobre sus cenizas, pues las honras fúnebres ya se han realizado. Es un poema triste y lleno de amor fraternal.
En el segundo poema, Catulo reproduce un poema de Safo y se lo dedica a su amada Lesbia, aquella a la que luego le llegará a decir, una vez que se rompa su relación, que es una pu.ta (esta es la palabra que usa)
CARMEN CI
Después de recorrer muchos países
y mares, he llegado, hermano mío,
para asistir a tus exequias tristes,
para rendirte el último tributo
y vanamente hablarle a tus cenizas
mudas, porque el destino te ha apartado
de mi lado a traición, injustamente.
Ahora, toma al menos esta ofrenda,
que según la paterna tradición
se tributa a los muertos, recubierta
por completo de lágrimas fraternas.
Este es mi último adiós, querido hermano.
CARMEN LI
Que es igual a un dios me parece aquel
(y que supera a los dioses, si es lícito)
que sentado frente a ti, sin cesar,
observa y escucha cómo
ríes con dulzor, lo que me arrebata
los sentidos, mísero: Lesbia,
en cuanto te veo, ya no me queda
ni un hilo de voz,
la lengua se torna torpe, y a manar
comienza una llama bajo mis miembros;
me zumban los oídos y una noche
doble cubre mis ojos.
El ocio, Catulo, te es muy molesto;
en el ocio te exaltas e impacientas.
El ocio ya perdió antes muchos reyes
y ciudades felices.
El otro Catulo
Éste es también Catulo, hombre que odió tanto como amó, y que despreció a sus enemigos tanto como quiso a sus amigos. Además del amor fraternal, y de la pasión amorosa que le provoca Lesbia o la amistad, también lo mueven los celos y ataca a los ladrones, maricas, pervertidores de la juventud, gorrones... Y de sus insultos no se libra nadie, hasta el dictador César tuvo el honor de recibirlos.
Tú que eres la flor de los Juvencios,
no sólo de los de ahora sino de cuantos
han sido y serán luego en los años venideros,
preferiría yo que hubieras dado las riquezas de Midas
a ese que no tiene ni esclavo ni arca
a que te dejaras querer por él.
"¿Por qué? ¿No es un hombre guapo?", dirás.
Lo es: pero no tiene ni esclavo ni arca.
Esto tú déjalo aparte y dale toda la poca
importancia que quieras:
es igual, ése no tiene ni esclavo ni arca.
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Rufa la de Bolonia no niega caricia a su Rufito,
ella, la esposa de Menenio, aquella que a menudo en los cementerios
habréis visto robar su cena de la misma pira,
cuando al querer agarrar un pan escapado al fuego
se hacía apalear por el esclavo medio rapado.
******
Eres mucho hombre, Nasón, pero no es mucho hombre quien
va contigo: Nasón, eres mucho hombre, pero eres un marica.
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¡Qué bien se llevan esos depravados bujarrones:
los comevergas de Mamurra y César.
Y no es extraño: iguales manchas los dos,
uno en Roma, otro en Formias,
grabadas se mantienen y no se borrarán;
viciosos por igual, como gemelos los dos,
en un solo lecho instruidos ambos, el uno tan adúltero como el otro,
socios incluso rivales por las jovencitas.
¡Que bien se llevan estos depravados bujarrones!
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Salve, muchacha que no tienes ni pequeña naricita,
ni hermoso pie, ni negros ojos,
ni finos dedos, ni firmes labios,
ni lengua demasiado elegante,
amiga del malversador de Formias.
¿La provincia dice que eres hermosa?
¿Se atreven a compararte a nuestra Lesbia?
¡oh gente estúpida y sin gracia!
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