27 de febrero de 2005

La guitarra: dos visiones

Leyenda pampeana de la guitarra
Hilario vivía en su rancho, apartado de toda población indígena. Tenía la soledad como compañera. Muchas auroras y crepúsculos melancólicos vieron a aquel gaucho solitario que no sentía más que la música grave del bosque, la temeraria quietud de la llanura y la embargante tristeza del campo con su horizonte de cielo y tierra. De tiempo en tiempo recorría las poblaciones lejanas con la esperanza de encontrar a la compañera que presentía en sus sueños. Aquella se que une a la vida del hombre para compartir sus esfuerzos, sus luchas y esperanzas. Aquella que se busca como consuelo, como esfuerza, unida como 'el agua en las piedras, como los cardones en la loma, como la luna buca en los cielos la ruta de los dioses que se fueron de la tierra.' Un día conoció a Rosa, la criolla más linda y graciosa del pueblo cercano. Desde entonces las noches oscuras del gaucho se tornaron claras, iluminadas por los ojos de la mujer amada. Hilario vivía feliz con su compañera en el rancho levantado en medio del bosque silencioso. La vida se había transformado: los crepúsculos se tornaron soñadores, el viento corría mensamente en las noches, en constante diálogo con las hojas del bosque, como el quejido de la copla aldeana. Pero aquello no duró mucho. Una mañana Hilario dejó sola a Rosa para ir a una población cercana. Se despidieron tiernamente, sin presentir que esa mañana luminosa, en que los azahares y las margaritas se tornaban risueños y reverentes, tendría que ser la última. Amuray, el cacique de una tribu indígena, se había enamorado de Rosa, y había sido rechazado. El indio vio que la mujer de sus sueños amaba a otro. Amuray, rencoroso y vengativo, resolvió raptar a Rosa, y para ello vivía continuamente al acecho. La oportunidad se le presentó ese día con la ausencia de Hilario. Por la tarde regresó el gaucho, ansioso de las caricias de su compañera, sin pensar en la cruel sorpresa que lo esperaba. Encontró vacío el rancho. En el patio había señales frescas de lucha deseperada y la huella de un caballo, desde la trillada hasta el sendero. Imaginando lo ocurrido, se lanzó desesperado en persecución de Amuray, hasta que logró alcanzarlo. La lucha fue feroz. Pero al fin el valiente gaucho pudo arrebatar a la cautiva de los brazos del indio, quien se retorcía en medio del camino en la agonía de la muerte. Pero el infeliz no recuperó nada más que un cuerpo sin vida. Rosa había muerto en el transcurso de la lucha. Desesperado, estrechó el cuerpo amado entre sus brazos, mientras sollozaba y la llamaba. Llegó la noche cargada de tristeza. Hilario se quedó dormido con la cabeza inclinada sobre el rostro amado. Al rayar el alba desperezando el monte, despertó de su profundo sueño al son de una música de notas misteriosas, y halló en sus brazos una caja con formas de mujer en lugar del cuerpo de su compañera. Con ella cantó durante su vida el recuerdo de su amada. Por eso ella servirá siempre para acompañar penas y sentimientos.
(De Cuentos y leyendas de la Argentina)

LA GUITARRA

Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil
callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.

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