El gusto por la literatura aumenta conforme la conoces mejor, e, igual que no es posible (o no debiera serlo) obligar a nadie para que sienta placer comiendo ciertas cosas o bebiendo ciertos vinos; tampoco es sano que alguien llegue a la literatura a la fuerza, pero a veces, hay personas que no aman la literatura porque no la conocen y cuando se acercan a ella, quedan deslumbradas. Conzoco personas que no les gustaba nada la literatura, era un fastidio para ellas leer algo que tuviera más de cuatro letras. Sin embargo, empezaron a leer obras que para mí eran horrendas y eso les sirvió para acercarse a la lectura y, actualmente, ser entusiastas lectores de buena y excelente literatura.
Me he pasado más de la mitad de mi vida estudiando una u otra literatura y explicándola. Cuando mis alumnos me preguntaban para qué servía la literatura, yo les decía que para nada y ellos se quedaban anonadados porque pensaban que iba a hacerles una defensa a ultranza de la literatura como palanca que mueve el mundo. A continuación les decía que no servía para nada práctico, que, en realidad, en el mundo de la literatura los que más ganaban eran los editorialistas. Que la literatura sólo servía para enriquecer el espíritu y que, para mí, eso era más que suficiente (en tono jocoso, luego añadía, que además me servía para pagar el auto y el piso). Claro que si me preguntaban para qué servía la literatura, imagínaos que pensarían de traducir latín o griego... En realidad, es mejor tomarse en broma esa cuestión de que si la literatura sirve o no sirve para algo.
Y, en cuanto al gusto, ya dicen los franceses , il y a des goûts, comme des couleurs (o algo por el estilo, que mi francés se ha ido ya por las rendijas del tiempo).
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