10 de diciembre de 2004

Poemas de amor y de desamor de Catulo

No mantienen el metro original, porque es preferible una buena traducción que mantener la estructura métrica (he optado poer la traducción de Juan Petit). Sin duda, cómo mejor están es en su idioma de origen, en latín, pero no me atrevo a ponerlos aquí, quien pueda que lo lea en el original, se lo aconsejo, aun sin entender latín, el ritmo ya vale la pena. Los dos son de Catulo y estaban dedicados a su amante, conocida bajo el nombre de Lesbia:

VIVAMUS, MEA LESBIA...
Vivamos, Lesbia mía, y amémonos,
y no nos importen un as
todas las murmuraciones de los ancianos ceñudos.
Los soles pueden ponerse y volver a salir;
pero nosotros, una vez se apague nuestro breve día,
tendremos que dormir una noche eterna.
Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, luego cien más,
luego todavía otros mil, luego cien,
y finalmente, cuando lleguemos a muchos miles,
perderemos la cuenta para no saberla
y para que ningún malvado pueda aojarnos
al saber cuántos han sido los besos.

QUAERIS QUOT MIHI...

"Me preguntas cuántos besos
tuyos, Lesbia, serían suficientes para mí.
Tan gran número como las arenas de Libia,
que se extienden por Cirene, rica en laserpicio,
entre el oráculo dela rdiente Júpiter
y el sacrado sepulcro del antiguo Bato;
o como las estrellas que, cuando calla la noche,
contemplan los furtivos amores de los hombres:
éstos son los besos tuyos
que bastarían a ese loco de Catulo;
tantos que ni los curiosos pudieran
contarlos ni echarles una maldición con venenosa lengua."

También de Catulo, porque Lesbia no siempre le fue fiel.

MISER CATULLE,...
"Pobre Catulo, deja de hacer locuras,
y da por perdido lo que ves que se perdió.
En otro tiempo brillaron para ti soles resplandecientes,
cuando corrías adonde te llevaba una niña
amada por mí como no lo será ninguna.
Entonces eran aquellos innumerables goces
que tú querías y la amada no rehusaba:
verdaderamente, en otro tiempo brillaron para ti resplandecientes soles.
Ahora ella ya no quiere; tú, insensato, no lo quieres tampoco,
y no persigas lo que huye, ni entristezcas tu vida,
sino obstinadamente resiste y no cedas.
Adiós, niña; Catulo no cede,
y no te buscará ni solicitará contra tus deseos.
Pero tú te quejarás cuando nada se te pida.
¡Ay de ti, miserable! ¡Qué vida te espera!
¿Quién se acercará ahora a ti? ¿Quién te encontrará hermosa?
¿A quién amarás ahora? ¿De quién dirán que eres?
¿A quien besarás? ¿A quién morderas los labios?
Pero tú, Catulo, firme y no cedas."

Cómo es el amor... mientras que Catulo lloraba la pérdida de Lesbia, la auténtica, casi con toda seguridad, Clodia, la esposa de Metelo Céler, era sospechosa de la muerte de su marido, del intento de envenenamiento de uno de sus amantes y, según el mismisimo Cicerón, amante de su propio hermano. Este poema que aparece aquí no fue el último, Catulo vuelve con Clodia una y otra vez, para acabar abandonándola y dedicarle estos últimos versos:

CAELI, LESBIA NOSTRA...

"Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia
la Lesbia aquella, a quien Catulo quiso más, a ella sola
más que a sí mismo y a todos los suyos,
ahora por plazuelas y callejones,
prodiga sus favores a los nietos del magnánimo Remo."

Catulo vivió en el siglo primero antes de Cristo, pero como las pasiones son universales, sus versos hacia sus amigos, sus versos de amor y los versos contra sus enemigos parecen escritos hace dos días. Igual que es un auténtico ángel cuando le dedica algo a sus amigos, es un auténtico diablo cuando se dirige a sus enemigos. No se conserva mucha de su producción, apenas 116 poemas (algunos puro ejercicio retórico, pero igualmente bellos)

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