Vencida Troya, los troyanos son prisioneros de los griegos, incluida Hécuba, la viuda del rey Príamo de Troya. Hécuba conoce la noticia de que Polixena, una de sus hijas, va a ser sacrificada en el túmulo de Aquiles y además, le traen a su hijo Polidoro, muerto por Poliméstor, su huésped tracio. Intenta hablar con Odiseo y con Agamenón, pero nada consigue. Finalmente se le vaticina su futuro: que morirá convertida en la perra de Agamenón y de su hija Casandra y que ambos morirán a manos de Clitemnestra.
Eurípides se duele de los vencidos en la guerra de Troya y critica la crueltad de los vencedores. Es una tragedia cruel y dura en la que destacan las interveciones de Odiseo y Agamenón y los lamentos de Hécuba. Todas las desgracias futuras aumentan el infortunio de la anciana viuda de Príamo que, a pesar de tramar venganza por la muerte del hijo a manos de Polidoro, nada consigue. Todo esto es una historia plenamente humana, no aparecen los dioses y los sentimientos expresados son los propios que cada uno espera en los personajes representados: los vencedores altivos, la madre desdichada, los vencidos destruidos.
En el tercer estásimo las mujeres cautivas recuerdan la caída de Troya en un tono que es a la vez lírico y un tanto prosaico o doméstico, y termina con maldiciones a Paris y Helena:
"Coro: ¡ Oh tú, patria troyana, nunca serás celebrada como ciudad inexpugnable! Una nube de griegos te envuelve y con la lanza te destruyeron. Arrasada está tu corona de torres, teñida estás con mancha funesta de humareda; infeliz de mí, ya no pondré en ti los pies.
A media noche se consumó mi ruina, cuando después del banquete el sueño se difunde dulce en los ojos y cuando, terminadas las danzas del festín, mi esposo estaba acostado en la alcoba, apoyada la lanza en la alcándara, sin ver todavía que la hueste navegante se había introducido en Troya.
Yo ponía en orden mis trenzas con las cintas, mirándome en los brillos infinitos del áureo espejo, para dejarme caer luego en mi lecho. Pero ya el estrépito se extendía por la ciudad; y éste era el griterío por la fortaleza de Troya: "Hijos de griegos, ¿cuándo destruiréis la atalaya de Ilión para, al fin, regresar a vuestras casas?"
Mi lecho amoroso abandoné con una sola túnica, como una joven doria, y acogida suplicante a la augusta Artemis nada alcancé, mísera de mí; arrastrada soy, después de ver matar a mi esposo, hacia el salado mar, y distingo a lo lejos mi ciudad, pues la nave tomó el camino del regreso y me alejó de la tierra de Ilión; desventurada de mí, desfallecí de dolor.
A Helena, la. hermana de los Dioscuros, y al pastor del Ida, el funesto Paris, los maldigo, ya que me privó de mi suelo patrio y desterróme de mi morada un matrimonio, un matrimonio no, sino una desgracia enviada por vengador numen: que el salado mar no la lleve a ella de regreso, ni la conduzca a su morada en su patria."
Si alguien tiene la oportunidad de ver Los bosques de Nix, que no se la pierda, es una tragedia moderna, pero con la misma intención pacifista que esta Hecuba, la dirigió Miguel Bosé en el Festival de teatro clásico de Mérida y en ella se ven a todas las mujeres relacionadas con los mitos de la guerra de Troya, echándose en cara y culpándose de todos los horrores que les tocó vivir.
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