¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
. . . Que mi palabra sea
la cosa misma
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas . . .
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!
En este poema varias cosas nos sorprenden, por una parte, esa invocación a la 'inteligencia', muy alejada de las musas clásicas inspiradoras o de la propia inspiración de Becquer. Ahora no es algo ajeno al poeta, la poesía, el conocimiento, le llega a través de su propia inteligencia. Es la nueva actitud intelectualista del modernismo, bien lejana de la romántica. Pero, y aquí nos llama la atención algo más, no le pide a la 'intelijencia' que le dé a conocer la belleza, ni la musicalidad, no le pide nada simbólico, nada surrealista. Juan Ramón pide llegar al 'nombre exacto de las cosas'. También queda así lejos de las corrientes vanguardistas. El poeta pretende llegar al conocimiento a través de su alma, no es inventar cosas, no es crear un nuevo mundo, lo que él quiere es ver las cosas con su alma, pero las cosas tal y como son. el poeta es el filósofo, el catalizador que, gracias a su intelijencia, logra ver la realidad y consigue hacerla entendible y aceptable por el resto, consigue transmitirla. Idea antigua, pero nueva, antigua por lo que significa del poeta-medium, nueva, por la forma en la que pretende hacerlo.
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