14 de febrero de 2005

Hesíodo: Teogonía - Musas Heliconíadas

Como todos los poetas épicos, Hesiodo invoca en primer lugar a la musa que le va a inspirar todo su texto. Esta invocación y esta inspiración es mucho más importante que un simple recurso literario, porque lo que nos dice aquí Hesiodo (y en su momento lo hará Homero, y muchos siglos después lo repetirá Virgilio) es que el poeta es una especie de medium, mediante el cual hablan los espíritus divinos. En realidad la poesía no es ningún dios, es producto divino, pero no es Dios por sí misma. Y el poeta, mientras que hace uso de ese de don de medium se viste de la divinidad de los espíritus que lo fecundan o inspiran, por eso dice Heródoto 'me infundieron voz divina', quizás un poco pretencioso de su parte, si es así se le puede perdonar, quizás el poeta tuvo en realidad esta visión. Sea como fuere, el resultado fue magnífico.Mas ¿a qué detenernos en estos pormenores?:

Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permeso, en la Fuente del Caballo o en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Partiendo de allí, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al viento su maravillosa voz, con himnos a Zeus portador de la égida, a la augusta Hera argiva calzada con doradas sandalias, a la hija de Zeus portador de la égida, Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo y a la asaeteadora Ártemis, a Posidón que abarca y sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita de ojos vivos, a Hebe de áurea corona, a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante Selene, a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida mente, a Gea, al espacioso Océano, a la negra Noche y a la restante estirpe sagrada de sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mí en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida: "¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad." Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a que me detengo con esto en torno a la encina o la roca?"

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